En una gran ciudad había un hermano que estaba tan agradecido a Dios que pasaba todo el día en el trabajo alabando y dando gracia a Dios.
También había un incrédulo que le molestaba que el hermano por todo dijera..."¡¡¡Gloria a Dios!!!"..."¡¡¡Alabado sea el Señor!!!"
Un día el incrédulo le dijo: "Sabes que anoche soñé que habías muerto." El hermano gritó: "¡¡¡Gloria a Dios, estoy en la presencia del Señor!!!"
El incrédulo, molesto, se marchó. Al otro día llegó y le dijo para molestar: "Sabes, volví a soñar contigo, ¡pero esta vez te vi en el infierno!"
El hermano, sin perder el gozo, le respondió: "Alabado y Gloria a Dios...¡que fue un sueño!