Un hermano, después de vivir mucho tiempo en los Estados Unidos, decidió ir a visitar a sus padres a su rancho en México. Al llegar al pueblo, él encontró que todos eran cristianos.
El siguiente día, él montó en burro para dar una vuelta. Su papá le recomendó que para que caminara, dijera “Gloria a Dios,” y para pararlo, “Aleluya.” Así iba en el burro, diciendo “Gloria a Dios” por todo el camino.
Cuando menos se acordó, el burro iba recio, derecho al barranco. Asustado, no se acordaba como pararlo, y ya en la orilla él dijo, “Aleluya,” y se paró.
Asustado, dijo el hombre, “¡Fiuuu! ¡Gloria a Dios que paró! Y quazz., que camina.