Una vez una pareja invitaron a un evangelista a quedarse en su casa mientras duraba la campaña en su iglesia. Una noche, mientras la mamá preparaba pollo para la cena, el niño menor empezó a pedir pollo, diciendo “Yo quiero mi pollo.” “Todavía no está,” le respondían, pero el niño seguía insistiendo cada cinco minutos. El papá, cansado de la actitud del niño, se quitó el cinturón y mientras lo castigaba le decía, “¡TENGA SU POLLO! ¡TENGA SU POLLO!”
El evangelista se levantó para irse a dormir, pero los hermanos le dijeron, “Hermano, no se acueste todavía, ya le vamos a dar su pollo.”
Pensando que le iban a dar del mismo pollo que le dieron al niño, el evangelista respondió, “No gracias, no tengo hambre.”