Un hermano fue invitado a comer a la casa de otros hermanos. Por ser el invitado, los anfitriones le dieron el privilegio de bendecir los alimentos.
El hermano, para hacerse ver como que llevaba una vida de oración, oraba largo y tendido, y decía, “¿Qué más Te digo, Señor? ¿Qué más Te digo?”