Un diácono anciano, que acostumbraba orar cada miércoles en el culto de oración de la noche, terminaba siempre su oración del mismo modo: “Y Señor, quita todas las telarañas de mi vida.”
Las telarañas eran todas aquellas cosas que no debían existir, pero que se habían acumulado durante la semana.
Esto era ya demasiado para una persona que participaba en las reuniones y que había oído al diácono demasiadas veces.
Así que cuando el diácono hizo esta oración, aquel hombre se puso de pie y dijo en voz alta: "¡Señor, Señor no lo hagas! ¡Mata mejor la ARAÑA!" Eso es lo que tiene que suceder
Las telarañas eran todas aquellas cosas que no debían existir, pero que se habían acumulado durante la semana.
Esto era ya demasiado para una persona que participaba en las reuniones y que había oído al diácono demasiadas veces.
Así que cuando el diácono hizo esta oración, aquel hombre se puso de pie y dijo en voz alta: "¡Señor, Señor no lo hagas! ¡Mata mejor la ARAÑA!" Eso es lo que tiene que suceder